A las sombras… Un gato.
No fue el, pero momentos
antes había afilado sus uñas, las sombras fueron cómplice cubriendo su presencia,
él cayó sin percibir movimiento alguno, el gato se quedó quieto, con la mirada perdida
en el suelo, observando como la sangre corría sin detenerse por un segundo, la
noche se volvió más negra, apenas se percibía en el rostro del caído una leve
mueca de vida, y en un grito ahogado… si no quieres vivir… ¡corre!
© Sizem Asleck
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