© Sizem Asleck
Confundida
Capítulo I
Es terrible pensar que cada cosa
esta ahí para tomarnos por sorpresa y hacernos caer en la más vil de las
desilusiones, cuenta… cuento, que la vida no es un sueño, es la realidad, pero
a ti no te he conocido ahí, es un mundo tan pequeño de miles de mentes
conectadas, ahí fue donde hicimos contacto, y después de un suspiro retenido
decidimos conocernos cara a cara y frente a frente.
La noche era cálida, la luna se
mostraba coqueta posada en el cielo tras unas pequeñas nubes, yo la miraba
mientras esperaba a que tú llegarás, baje del auto, me carcomían los nervios,
miraba una y otra vez el reloj, no dejaba que avanzará el tiempo, pero no te
veía llegar por ningún lado. Pasaron unos minutos más y logre ver a la
distancia una silueta, «quizá puede ser que por fin sea ella». La silueta
seguía dirigiéndose a mí, así que ya no quedaba duda que fueras tú, yo
permanecí quieta, parecía estar tan tranquila que ningún cabello se movía para
decir lo contrario.
— ¿Llevas mucho tiempo esperándome?—fue
lo primero que salió de tu boca.
—Buenas noches, apenas un par de
minutos, no has llegado tan tarde—respondí mirándole a los ojos.
—Que descortés soy, tienes razón,
debí de haber dicho, buenas noches—y en un movimiento rápido, me abrazo y beso
en los cachetes, hizo que me ruborizará, « ¡vaya, que mujer!».
—Y bien que te gustaría hacer, la
noche es larga, ¿todavía quieres ir al cine?—me preguntó con una sonrisa muy
picara en sus labios.
— ¡claro que sí!, esa fue la idea
original, « le abrí la puerta del coche y la hice subir», solo que tú me
guiaras porque por aquí no conozco, espero no me vayas hacer lo que a los gatos,
darme muchas vueltas para perderme y dejarme por ahí.
Ella río a carcajada abierta, —
¿cómo crees que sería capaz de tal cosa?, aunque pensándolo bien, eso de darte
vueltas para que te pierdas no suena tan mal— y volvió a reír a carcajadas, se
veía muy divertida conmigo.
Emprendimos el camino hacia el
cine, ella me hacía indicaciones, gira a la derecha, cuidado con el tope, pozo
a tu izquierda; — ¡caramba!, que incomodo es manejar así, hasta cuando se cruzó
un perrito por nuestro camino lo menciono, casi grito, ¡lotería!— pero me
contuve y llegamos bien al cine.
A veces recurro a los
pensamientos, para saber ¿qué paso, cuándo me quede mirando fijamente su rostro?,
en que momento pasamos de un escenario a otro, como fue que el tiempo
trascurrió y no tengo idea de cómo llegue a este punto, como hoy cuando miro tu
rostro nuevamente, no sé quién eres.
Perdí la noción del tiempo, desde
esta ventana todos los días se ven iguales, me centró en ver y en contar cada
hoja que cae de ese árbol, quizá puede que esté llegando el verano o más
probable el invierno, porque has venido a visitarme y trajiste unos cobertores,
yo no siento el frío, pero mi cuerpo sí, me he despertado temblando sin ningún
motivo.
—Tienes que ser fuerte, los
doctores dicen que quizá en un par de semanas puedas regresar a casa, allá te
extrañamos mucho —me susurraste en el oído, yo solo te regrese una mueca, no
tenía idea de que rayos estabas hablando, ¿ir a nuestra casa?, o sea que tú y
yo, ¿vivimos juntas?, ¿Cuándo fue?, ¿Por
qué no recuerdo nada?, ni siquiera tengo idea de quién eres, ni siquiera tengo
idea de quién soy.
—No hay mucho de qué preocuparse,
los recuerdos le irán regresando poco a poco, el contacto con los lugares en
los que ha estado, le ayudaran bastante a recordar— Se escuchó una voz a la distancia decirme.
—Alguien
aquí no está bien, creo que tendré que dar las noticias de última hora, ¿quién dijo
que quiero recordar?, ¿un accidente muy fuerte? Pues dio la oportunidad de
volver a escribir mi vida, no quiero saber que paso antes, no me interesa
etiquetarme con un nombre para saber quién soy, sólo necesito salir de aquí,
este encierro me está matando—
Ya
sé sientes que hay mucho espacio vacío en la historia, fue muy poca la
introducción, pero así es esto, tendremos que averiguar juntos que me paso,
como en cuestión de segundos cambie de libro y cambie de historia.
Ahora
estoy en casa, no se de quien sea, si de ella o mía o la adquirimos juntas, lo
que sí sé es que el tiempo no se detuvo, no me parezco a quien fui, me han
salido algunas canas y arrugas en mi rostro, nada de lo que veo se me hace
familiar, es totalmente nuevo, para mí.
¡Vaya!,
me gustaba leer, creo, porque hay unos estantes llenos de libros, si nos lo leí
por lo menos tenía una muy buena colección de ellos, en fin esto se está
poniendo aburrido.
—La
cosa estuvo así, no olvide, en realidad recuerdo todo, esa salida al cine, fue genial, nos dimos el
mejor beso prohibido, aquel que te hace que la sangre te hierva y en tu
estomago anides miles de mariposas.
Recuerdo
también, haber salido en otras ocasiones, nos la pasábamos bien, yo sentía que
era demasiado aburrida pero tu convertías esos momentos y los hacías geniales,
no era necesario que yo hablara tu hablabas por las dos.
Recuerdo
a un sin número de personas que tocaron tu puerta y pocas de ellas tuvieron el
beneficio de poder entrar, ¡Ah! Y como olvidar esas historias tan sensacionales
que me contabas, aquella en especial que nos hizo salir corriendo de tu casa,
pero bueno a quien se le ocurre contar terror a esas horas de la noche.
Ese
golpe en mi cabeza no fue lo suficientemente fuerte para borrar mi memoria,
pero era lo que yo quería que pasara, quería eliminar todo, quería hacer un
nuevo comienzo, sin conexión con nadie.
—Pero
eso no va a pasar, no puedes elegir simplemente borrar el disco, la mente no
trabaja así, además, porque, ¿por qué quieres olvidarte de mí?—con voz quebrada
me preguntaste, —¿acaso fue tan malo lo que yo te di?—no, no fue malo,
imaginen, me dio su vida, pero aún con todo yo seguía sintiendo que no merecía
lo que tenía, que era mejor si todos se olvidaban de mí y como nadie quería
hacer eso, entonces quise hacerlo yo.
—No
te preocupes los doctores dicen que en un par de semanas podrás regresar a
casa. «Escuche de nuevo esa vocecita a la distancia “lo sentí como un dejavu”,
pero ya estoy en casa, ¿o no?
«Se
escuchó un rechinar, como cuando abren una puerta», —Es bueno que platique con
ella, así le irá indicando el camino para regresar aquí, “¡mire!, reacciona a
su voz, ‘dijo el doctor’”.
—
¿De qué se trata esto?, estoy nuevamente viendo esa ventana, viendo como cae
una a una las hojas de ese árbol, siento frío, puede ser que este cerca el
invierno, pero te miro tan cerca de mí y no te veo abrigado, ¿por qué me miras
así?, no sé cómo interpretar tu mirada, tienes un halo de tristeza, melancolía
o que se yo, pero me pones triste, siento como si me perdí de algo y no sé qué
es—¡Deja de mirarme así!
continuará...