Vacío.
Cual gotas marchitas deslizándose
por mi ventana, vi correr las horas en tu espera, quería nuevamente acariciar
esa mirada de niña que siempre me regalabas antes de irte de mi cama, en esas
mañanas que parecían indiferentes, con los rayos del sol posándose en cada
pedazo de pasto, con ese viento que se suponía juguetón y separaba hábilmente las
hojas de él metiéndolas en mi habitación. Si, las gotas se marchitaban haciendo
eco solo al recuerdo, a un tiempo que no envejece y que cada momento de mi
historia contigo lo tiene tan fresco, como recién pintado y sin permiso lo pone
frente a mí, una y otra vez.
Ya no me pregunto más, ¿Qué
hubiera pasado si entonces no me hubiera topado contigo en esa caminata
matutina por las arenas de la playa?, porque no importa lo que no hubiera
pasado, lo que paso cambio mi vida, la lleno de ti, de tu sonrisa, de tu nostalgia,
de tu gracia por vivir, la lleno de tu aroma y de miles de segundos tan
maravillosos, insuficientes, para que hoy no me duela el vacío que tengo en mi
alma por la falta de ti.
Ya sé que aún sigues viva, pero
no puedo entender cómo pudiste levantar mis alas y aventarme al vacío, yo no quería
volar, no sin ti. Y en esta caída libre solo me aferro más a los recuerdos
vanos que el tiempo pone frente a mis ojos, dejo que uno a uno me abrace, cubra
todo mi ser y ya no importa más cuando toque fondo, mi cuerpo ya no siente, mi
mente ya no piensa y mi alma…
Sí, sólo quería una vez más acariciar
esa mirada de niña tan hermosa y fresca que ilumina tu rostro de una manera mágica,
insólita, única…
Me siento marchita, mis
pensamientos se oscurecieron, mi mirada se perdió en un horizonte inexistente, qué
más da un mañana, si en mi hoy, solo una gota ha quedado reflejada en mi
ventana, solo una.
—Sizem Asleck
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