domingo, 15 de enero de 2017


Esencia.


Es difícil pensar, que dejen de sorprenderme los atardeceres tan coloridos que se pintan entre el mar y el cielo, dibujo cada uno de ellos en mi mente y dejo volar al tiempo entre alas de aves, su inocente grito se trasforma con la brisa, en la mejor música escuchada en el universo. Me hace recordar… nostalgia le llaman, por no poder regresar a ese inicio, decían que cuando un caminante parte sin rumbo, por alguna razón retorna al punto de donde partió.

Deje mis pasos ahí, tu sonrisa fue la mejor distracción para olvidar, que traía cargando mis años en esa maleta, que le han llamado vejez, no caminaba sola, venía a mi lado la inocencia de existir,  de creer que jamás sería presa del tiempo, de creer que con un movimiento de mi mano, haría que el río cambiara de dirección y permitiera que una tierra árida recobrara vida al ser mojada en sus aguas. Nadie me platico que mi vida sería andar en Escarpadas y que un día me pararía al filo de un acantilado creyendo que tenía alas y podía volar.

Fui un badaluque, con una mochila llena de sueños, recorrí cada miseria en las calles que creía llenas de gente y como un saltimbanqui, me adueñe de ellas, en mi demencia creía ser la mejor pianista que jamás la historia había escuchado. Cerré mis ojos y como una visión, vi delante de mí un dromedario, tan tranquilo hasta parecía sonreírme, inefable me deje llevar por él, como si el supiera en donde yo había estado y ahí tenía que regresar, porque sabes, cuando una persona ya vivió una historia, aunque ya no esté más en ese lugar, sigue estando ahí.

© Sizem Asleck

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